Debo hacer muchas cosas y que me gusten porque el tiempo se me pasa volando. pensaba, por pensar, en el tema de mi próximo artículo y se me ocurrió el que acabo de escribir, minutos antes de saber que ya debía enviarlo. Acaba el curso y no me apetece nada. Con muchas más luces que sombras y por encima de todas las polémicas de las que vaya acompañada, la enseñanza proporciona innumerables satisfacciones.
Gracias a los medios de que han sido dotados los colegios e institutos, el alumnado recibe no sólo los contenidos propios de su curso, sino que tiene la oportunidad de ir realizando actividades destinadas a recuperar aquellos que en su momento quedaron sin aprender por una u otra razón.
Las lecciones ocasionales, las que sirven para inculcar los valores de los que están tan necesitada nuestra sociedad, las tenemos a mano en cuestión de minutos: el día del trabajo infantil, el día de la paz, de cualquier tipo de violencia, del medio ambiente; todo está a punto y preparado para cumplir la maravillosa tarea de ser aprendido y puesto en práctica en un futuro no muy lejano.
Poner la semilla que dará fruto mucho antes de lo que parece, es algo que satisface plenamente. Hemos llegado, como digo a mis alumnos de vez en cuando, a la enseñanza a la carta. Ya sólo queda pensar que a leer se aprende leyendo, a escribir escribiendo y que nadie puede estudiar por nosotros. El esfuerzo personal es insustituible. Por mi parte sólo me queda decir que me pagan por disfrutar.
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