domingo, 1 de junio de 2014

SUEÑOS CUMPLIDOS (3ª parte)

MADEIRA, NIÑEZ Y UN AMIGO: EL BALÓN

Prefiero verme a mí mismo como un niño. Siempre pelearé por ser un niño, sólo de esa forma es posible encarar las adversidades de la vida de una forma menos difícil, con más optimismo, para aprender y mejorar siempre.

5 de Febrero de 1985. Martes.

En Funchal, capital de Madeira, una familia humilde estaba de enhorabuena. María Dolores y José Dinis, junto a sus tres hijos Elma, Hugo y Katia, andaban revueltos por la llegada de su nuevo hijo. Le llamaron Cristiano Ronaldo: Cristiano, porque significa "el elegido"; Ronaldo, porque era el nombre del presidente de Estados Unidos en aquel momento, Ronald Reagan, un político muy admirado por José.



Todos viven en una casa de protección oficial de tres habitaciones hecha de madera con el techo de uralita en la feligresía de San Antonio, uno de los barrios más populares de la capital construido sobre la ladera de la montaña y de difícil acceso. Se trata de un conglomerado de casas, pero aquella en la que vivió Cristiano y su familia está hoy derribada: sólo existe un descampado y una pista de fútbol.

Bien hubiera querido Cristiano que en sus primeros años, cuando ya le daba patadas al balón en su empinada calle, hubiese existido ese lujo de campo. Lo suyo y lo de sus amigos era puro asfalto con dos piedras como porterías y mucho cuidado para evitar que un coche o una motocicleta te llevara por delante. El día de su bautizo el fútbol ya fue determinante. Su padre había elegido a su amigo el futbolista Fernando Sousa como padrino. Tenía partido a las 4 y el bautizo era a las 6. Como las carreteras no eran lo mejor de la isla, el padrino llegó tarde.



Su infancia estuvo marcada por el balón desde que echó a andar. Comenzó a ir al colegio Gonçalves Zarco, pero ya entonces su única obsesión era la "bola", como dicen en Portugal. Cristiano era un niño sumamente delgado, pequeño. María Dolores sufría por su hijo. Siempre jugaba con niños mayores y tenía miedo de que le rompieran algo. Sin embargo el padre, José Dinis, le decía que nunca le pillarían porque era muy rápido. No es extraño que por aquel entonces le llamaran "abelinha", porque era pequeño, rápido y no paraba de moverse zigzagueando como una abeja. 

Continuará...



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