Siendo
veintiocho de febrero parece obligatorio
hablar de nuestra tierra, pero qué puedo añadir a tanta bondad pregonada desde
cualquier lugar y desde siempre. Serían variaciones sobre el mismo tema, por lo
tanto lo mejor será hacer mi pequeño collage de recuerdos e impresiones personales,
aquellos que sin saber por qué se quedan grabados para siempre. Puedo
reproducir textualmente las palabras que Miguel del Barco, persona culta donde
las haya, dijo en una ocasión:” He recorrido medio mundo dando conciertos, pero
nada es comparable a Andalucía”. La lista de obras literarias sería
interminable, la mía, la que leería y vería sin cansarme, La casa de Bernarda
Alba.
Qué injusticia si olvidara los patios de Sevilla llenos de limoneros de
los que habla Antonio Machado, y que lo esperan para que definitivamente
descanse a su sombra. Si tuviera que añadir a mi composición un viaje, iría a
la casa donde nació Juan Ramón Jiménez a ver su biblioteca y a Platero. Cambio
de provincia y me veo en el teatro Falla disfrutando de algo para lo que me
faltan adjetivos, sus carnavales; no hay otros. Me iría a vivir a cualquier
pueblo de la sierra de Jaén. Es un lujo tener la naturaleza prácticamente al
lado. Y tanto bueno que nos ofrecen Andalucía y los andaluces de bien, que me
siento y debemos sentirnos en deuda. No estemos en continua predisposición de
pedir y exigir. Hay que devolver en positivo todo aquello que hemos recibido
por el hecho de ser lo mejor: andaluces.
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